miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 68 (parte 2)

Hola hola!! :) Miércoles de promesas cumplidas con la segunda parte del capítulo 68 ^^ Estoy super contenta por poder traéroslo y además tengo muchas ganas de saber qué opináis de cómo está yendo el final de la historia :) Ya sabéis que me podéis ayudar muchísimo y que os lo agradecería de corazón ^^ Tengo el corazón contento, el corazón contento lleno de alegríaaaaaaaa :D Se me va, se me va jajajaja
El caso es que la última parte se había quedado así: 

Como si de un autómata se tratase, el cuerpo de Sheila se movió, llevándola hasta su teléfono y marcando el primer número de su agenda a la espera de escuchar su voz, aunque fuera una última vez.

Dadle a "continuar historia" para saber cómo sigue ;)



Espero que os guste :) Un beso y hasta el sábado ^^



- ¿Sheila? – Aún paralizada por la imagen de Samanta abandonando su habitación, Sheila se encontró sin aliento para hablar. - ¡¿Sheila?! ¿Eo? ¿Estás ahí? – Apenas oía su voz por debajo de la resonante risa de la niñera. - ¡Sheila! ¿Ha pasado algo? ¿Estás bien? – Sus labios titubearon pero no emitieron sonido alguno. – Me pondré en marcha enseguida. Sólo dime dónde estás, ¿vale? ¡CHE!
- Lu, no. - De pronto, despertó de la pesadilla en la que se había visto sumergida y captó el tono de alarma de su amiga. – Estoy bien, tranquila. Es solo que… - Ahogó el sollozo que emergía de su pecho. Hasta entonces, no se había dado cuenta del nudo que ataba su garganta. Suspiró, dándose tiempo para reunir toda la fuerza de voluntad que le quedaba. – Acabo de hablar con Samanta y… le he dicho… yo le… le…
- Che, tranquilízate. Respira hondo… Eso es… Otra vez… ¿Mejor? Vale, pues ahora cuéntame lo que ha pasado.
Sheila le resumió en unas pocas palabras lo que acaba de ocurrir, procurando no olvidar respirar entre frase y frase. Cuando acabó, no sintió alivio ninguno sino una opresión en el pecho que la asfixiaba:
- No sé si puedo hacer esto, Lu…
- Aún puedes elegir, Che – Sheila cerró los ojos. Lo había escuchado tantas veces…  Ojalá, y lo deseaba de verdad, ella también lo creyera; pero no era así.
- Tengo que hacerlo, Lucía. Tengo que hacerlo – repitió más para sí que para su amiga.
Lucía suspiró al otro lado de la línea. Ella tampoco estaba en su mejor momento, ni mucho menos. Desde que Sheila le comunicó que había decidido adelantar su dichoso plan, apenas si había conseguido conciliar un par de horas de sueño, acompañando en la vigilia a su amiga desde la distancia. Incluso entonces, estaba a su lado.
- ¿Cuántas veces lo hemos discutido ya, Che? – La súplica implícita de su voz se le clavó a Johns como una aguja ardiente. – No estás obligada a nada. Encontraremos la solución. Sé que podemos salir de esta. Lo sé. Te lo pido por favor, Che, deja esta locura. Puedes ser feliz.
- ¿Cómo, Lu? – su voz le pareció la de una niña en busca del porqué del universo.
- Cuando acabéis con ellos, todo será más fácil. Sólo…
- No lo entiendes, Lu – La cortó Sheila con frustración. – No puedo más. – Sintió cómo sus ojos comenzaban a escocerle, pero retuvo el gemido. Cerró los ojos y esperó a que se pasase antes de continuar, mas su voz le falló. – Estoy tan cansada de todo, Lu. Tan, tan cansada.
- Juntas podemos hacerlo, Lu, ¿me oyes? Juntas – Su voluntad se resquebrajaba a marchas forzadas. - ¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión, Che? Haré lo que sea.
Sheila volvió a cerrar los ojos y removió sus pensamientos en busca de una respuesta. ¿Había algo que deseara tanto como para hacerla cambiar? Si existía, desde luego no fue capaz de encontrarlo por mucho que se esforzaba, pues la claridad de su mente hacía tiempo que había dejado de ser una opción. Y sin embargo…
- Hay una cosa.
- ¿Qué es? – La esperanza la cegó.
- Antes de…
- ¡Ni te atrevas a decirlo!
- …marcharme – concluyó con un susurro, - quiero saber si sabes algo de… él.
Sheila escuchó con terrible tensión cómo Lucía cogía aire con parsimonia, aguantando tanto tiempo la respiración que su amiga empezó a ponerse nerviosa. El silencio se alargó tormentosamente, jugando con la paciencia de ambas, calculando sus fuerzas, animándolas a luchar hasta que la otra se rindiese. Solo entonces, una de las dos se alzaría con la victoria. Entonces, y no antes, se desencadenaría el caos.
- Podrías haber dicho cualquier cosa, ¡cualquiera! Pero le elegiste a él – Lucía agitaba la bandera blanca, demasiado agotada como para combatir en aquella batalla. – Se fue, Che. Fin de la historia. Es un cobarde.
- Tú y yo sabemos que eso no es verdad.
- Yo no estoy tan segura – respondió la joven envolviendo sus palabras con cierto resentimiento.
- Lu, por favor – le suplicó. – Necesito saberlo. Necesito… - cogió aire con brusquedad. – Sé que hay algo que me estás ocultando. Así que, por favor, sea lo que sea, dímelo. Será lo último que te pida, lo prometo.
Otro silencio partió en dos la conversación, dejando a su paso una tensión tan insoportable que los nervios de Johns se convirtieron en sangre, de tan fuerte se mordía el labio. Lucía suspiró, rompiendo la densa distancia que las separaba.
- No quiero que sea lo último que me pidas, ¿lo entiendes, Che? Pero…
- ¿Pero…?
- Quiero que tengas muy claro que lo que voy a contarte no tiene por qué significar nada. De hecho, no iba a decírtelo porque no estábamos seguros. – Sheila asintió sin darse cuenta de que su amiga no podía verla. Lucía volvió a suspirar y lo soltó de golpe. – Hace un par de días, Diego recibió una llamada de un número oculto. Nadie contestó cuando Diego descolgó, pero podría… Bueno, hay una posibilidad, una pequeña posibilidad, de que fuera de Alan. – Sheila contuvo la respiración, lo cual sirvió a su amiga como señal para lanzarse a una carrera que la ayudara a explicarse. – Muy pocas personas conocen el número personal de Diego y, de las que lo conocen, aún menos le llamarían ocultando su número a propósito y evitando hablar. Desde luego, sea quien sea, no quería que le siguiesen el rastro o que le reconociesen o las dos cosas a la vez, así que…
- Tuvo que ser él – declaró, expresando sus pensamientos en voz alta.
- ¿Y si no fue él? Es más, suponiendo que fuera él, creo que ha dejado suficientemente claro durante estos últimos años que no le importamos lo más mínimo. Así que, ¿qué más da?
La gran jefa de los Johns se dejó caer sobre la cama y enterró su mano libre entre sus rizos. Simplemente, no era capaz de aceptar, o de asimilar mínimamente, que Alan se había ido para siempre.
Desde su primer día como líder, Sheila había intentado encontrarle, pues después de huir de la mansión, Alan parecía haberse volatilizado en el aire. Nadie sabía adónde había podido ir y pronto obviaron incluso el haberle conocido. Pero Sheila no desistió en su tarea, la cual, en muchas ocasiones, le robó horas y horas, obsesionándola al extremo de no comer ni dormir. Sólo vivía para verle de nuevo, para escuchar de su propia boca aquello que le había llevado a arrancarle el corazón. El odio la impulsaba a seguir adelante cuando el agotamiento se lo impedía. El rencor le susurraba ánimos cuando todos le rogaban que se rindiese.
Y entonces, cuando Sheila se encontraba al borde de la locura, Lucía se ofreció a llevar a cabo la misión en su nombre. Delegar le costó muchísimo, pero accedió al fin con la condición de estar permanentemente informada de sus avances. Así lo hizo Lu, quien persiguió las huellas de Alan hasta que estas se alejaron de lo humanamente reconocible.
Para entonces, Sheila había aprendido a convivir con el odio, al menos a mantenerlo a raya para que no la consumiera.
Así fue gran parte de su vida antes de que la verdad saliera a la luz. La verdad… Aún le daba vueltas a aquella idea cuando una voz distinta apareció, de pronto, al otro lado de la línea.
- ¿Es Diego?
- Sí. Acaba de llegar del restaurante. – “¿Lucía?”, le escuchó llamarla a lo lejos. Lu se debatía entre colgar a su amiga e ir a recibir a su novio pues lo último que deseaba era abandonarla.
Sheila la entendió sin necesidad de palabras.
- Ve. Te espero.
- ¿Segura?
- Lu…
– Vale, pero sólo será un momento, Che – prometió, sucumbiendo al fin a la insistente llamada de un cada vez más nervioso Diego.
Simultáneamente, una conversación emergió por detrás, llenando el silencio con ecos distorsionados y susurros inteligibles. Sheila no pudo discernir gran cosa de lo que decían, pero ambos parecían estar de acuerdo sobre algo. Apostaría que hablaban de ella, pero no les juzgó por ello. También lo habría hecho de estar en su lugar.
- … ahora voy, Diego. Dame un minuto – escuchó despedirse a Lucía. Su novio gruñó algo por lo bajo, pero Lu se limitó a ignorarlo y centrarse en Sheila. – Perdona, Che. No sabía que fuera a venir tan pronto.
- Os van bien las cosas, ¿no?
Lucía frunció el ceño ante aquella pregunta. No era solo que hubiera cambiado tan de repente de tema, sino que no solían hablar sobre su relación muy a menudo, ya que, como Lu sospechaba, hablar de Diego le recordaba irremediablemente a Alan (y eso, mirase por donde lo mirase, nunca acababa bien).
- Sí, creo que sí… - respondió con confusión.
- Espero que seáis felices, Lu.
- Sheila, no… - Lucía ahogó un sollozo al comprender sus intenciones. – No lo hagas, por favor.
- Prométeme que intentarás ser feliz por mí, Lu – Sheila también había empezado a notar cómo se le humedecían las mejillas, pero ya no podía parar. – Prométemelo.
- Te lo prometeré, juraré todo lo que quieras, pero, por favor, te lo suplico, no lo hagas.
- Adiós, Lu.
- ¡Che!
Y colgó. La conversación aún flotaba en las paredes de su memoria cuando su mundo se derrumbó definitivamente. Explotó. No lo aguantaba más. Lloró sin consuelo, tratando de expulsar de su alma el sufrimiento que la oprimía, pero los años habían hecho mella en ella y lo que, en principio, empezó como quedo llanto, pronto se convirtió en un desesperado grito por sobrevivir. Incapaz de contenerlo por más tiempo, la muchacha enterró la cabeza en uno de los cojines de su cama y gritó hasta sentir romper su garganta. Y, sin embargo, nada lo amortiguaba, por lo que llegó incluso a los oídos de los guardaespaldas, los cuales, desde el pasillo, custodiaban su puerta. Se mantuvieron, en cambio, firmes en sus posiciones mientras su jefa se retorcía y desangraba por dentro, ya que su miedo a una represalia era demasiado grande.
Sola y desamparada, Sheila dejó que el tiempo pasara por su vida al ritmo que marcaba su propio corazón herido hasta que, en algún momento de su futuro, volvió a ser consciente de dónde se encontraba. Sus músculos se habían entumecido por haber estado encogida sobre el colchón, y no respondían como ella quería a sus órdenes. Prefirió quedarse quieta, ya que si no se movía, apenas sentía su cuerpo. De hecho, si no fuera por el dolor de su pecho, Sheila habría pensado que estaba muerta.
Y entonces, comprendió que la muerte debía parecerse a aquello, solo que mejor. Descansar. ¿Acaso había algo mejor que eso? Ya no tendría que soportar el lamento que arañaba sus cuerdas vocales ni tendría razón alguna para cargar con el peso de sus actos. Sería todo tan fácil… Redobló su llanto en espera de que su energía se fuera agotando poco a poco, desgastando sus pulmones hasta que no fuera capaz de captar el mínimo aliento.
Mas de pronto lo recordó.
Muchos rostros habían pasado por su vida de manera fugaz, ocupando su memoria por un periodo tan corto que incluso habría dudado de su mera existencia. Pero ese no era su caso, pues su imagen no se había difuminado un ápice durante aquellos cinco años, conservándose con una testarudez admirable. Solo necesitó el instante más corto para recrear sus ojos esmeraldas, su mirada. Entonces, como si se tratase de un bálsamo, sus lágrimas cesaron y, por primera vez, el aire llegó hasta sus pulmones. Cierto que no era lo suficientemente fuerte como para alejar para siempre el daño que sentía en su corazón, pero al menos lo sustituía por un dolor familiar al cual se había acostumbrado a regañadientes.
Pensar en él, comprendió, le daba fuerza para terminar de una vez por todas con aquella historia sin sentido. Gracias a él, consiguió incorporarse y llegar hasta el escritorio de la pared opuesta, donde, olvidando que había un plan controlando supuestamente sus actos, asió papel y bolígrafo y empezó a escribir.
Al principio, su mente embotada y torpe se resistió a la tarea, pero varios borradores después la aceptó con resignación y se esforzó en dar sentido a los inconexos pensamientos que, sin darle tregua a la joven, se desparramaban uno tras otro por sus recuerdos. Con cariño y cautela, una parte de su cerebro, aún libre de la niebla, los fue ordenando uno por uno, separándolos de la gran red sin afectar su frágil estructura. Para ello, en ocasiones, debía obligar a Sheila a soltarlos de sus puños, aflojando la tensión sus dedos. Otras, cuando los deseos de la muchacha se enturbiaban y se diluían en la inmensidad de la oscuridad, la atraía a la realidad con unos ojos verdes tan nítidos y cercanos, que Sheila corría para poder atraparlos.
Así, lentamente, una carta surgió del lienzo en blanco, dando por terminada tan titánica obra.
Sheila contempló la firma que adornaba el final del papel sin saber muy bien qué hacer a continuación. ¿La guardaba? ¿La destruía? Y entonces, empezó a plantearse si era algo de lo cual arrepentirse. ¿Por qué la habría escrito? ¿Qué pretendía con ella? No era muy consciente de lo que hacía cuando la comenzó, pero tampoco quiso detenerse cuando se percató de lo que se traía entre manos. ¿Por qué, entonces, la había escrito?
Miró el reloj. La una. Hiciera lo que hiciera, debía darse prisa. Cerró los ojos y volvió a imaginarse el rostro. “Si pudiera ser real”, pensó, “Si al menos pudiera decirle todo lo que no pude decirle”. Solo necesitaba tiempo, la única cosa de la cual no disponía.
Algo se rebeló en su interior y, antes de que pudiera darse cuenta, corría hacia el balcón con un sobre blanco en su mano izquierda. Saltó a la rama más alta y se adentró en el interior del árbol con agilidad, orgullosa de recordar la ruta que debía seguir. En cuanto sus pies abandonaron la corteza de aquel monstruo y pisaron tierra firme, empezó a correr. No se detuvo. Corrió y corrió. No miró atrás. No quería mirar atrás.  





5 comentarios:

  1. Ahh esta genial, pero desde que han pasado los 5 años hace 3-4 capítulos, nome enteró muy bien, haber: Karen es buena, y ayuda a Sheila, Alan se ha ido... Pero lo que no entiendo es su plan y contra quien luchan, te parecerá una estupidez, pero es que por mas que releo los capis no me entero!!

    Un beso wapa

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    1. Hola Marta :) Entiendo perfectamente por qué lo dices ;) Sé que ahora todo parece muy confuso pero se entenderá del todo en el siguiente capítulo ;) De hecho, me acabas de dar una idea que creo que puede ser bastante buena ^^ Muchas gracias Marta!! :D
      Un besazo

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  2. OH DIOS. HE LEÍDO LOS ÚLTIMOS QUE ME FALTABAN. RESPIRO. RESPIRO. RESPIRO. RESPIRO. RESPIRO. NOOO. NO PUEDO.
    Casi lloro con la conversación por teléfono. Necesito explicaciones... Y el siguiente capítulo. Adoro como escribes y la manera de llevar mis emociones al límite.
    Pero por favor, no tardes en responder hahaha
    Besitos de Jane :)

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    1. Respira Jane respira :S que no quiero que te pase nada ;) Lo bueno es que casi nada de lo que hay en este capítulo lo tenía planeado pero cuando lo empecé a escribir fue una de "es que tengo que hacerlo así" Y esto es lo que ha quedado jajaja Os daré explicaciones ;) Creo que me he pasado quizás demasiado con el misterio :S Muchas gracias por todo Jane ^^
      He respondido lo antes posible :S
      Besos

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  3. Crispi, me encanta como llevas el blog está super animado y cada vez que tengo un ratito me paso a ver las encuestas y las otras entradas, pero jo, necesitamos que escribas un poquito:,(
    Atentamente: Una lectora ansiosa.
    http://tansolounanochemas.blogspot.com.es/

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