domingo, 20 de abril de 2014

Dibujitos 1 (relatos)

Hola hola :D Bienvenidos, bienvenidos ^^ Ha llegado el momento, ha llegado la hora... ¡¡Os presento el primer relato de la sección Dibujitos!! :P
En este caso, es el mío puesto que no he recibido ningún cuento... :S Me da un poco de pena porque estaba deseando poder ver qué se os ocurría, pero bueno así tenéis el mío como de ejemplo por si queréis participar en próximas ediciones :)
Creo que seguiré subiendo de vez en cuando esta sección porque me parece muy graciosa y no sé... me gusta jajaja Así que si os habéis quedado con las ganas de poder participar esta vez, no os preocupéis porque volveré a subir otro collage cuando haya recogido suficientes dibujitos de mi cuaderno :P Ya tengo ganas de ver cómo es jajaja
Por mi parte nada más. Espero que os guste mi relato, el cual me ha quedado un poco... rollo fábula o algo así jajaj No sé, ponedme en los comentarios vuestras opiniones :) Un besazo!!




Érase una vez, en una pequeña aldea rodeada de una de las más hermosas praderas que jamás podáis soñar, una joven de largos cabellos azabache. Su vida era humilde y reposada, sin muchos lujos ni excesos, pero no por ello menos plena; pues en aquel lugar la primavera nunca parecía acabarse, como tampoco la felicidad de sus habitantes.
Cada mañana, la joven salía al jardín y recogía con cariño y ternura los frutos de su querido manzano hasta que su cesta de mimbre, rebosante de manzanas, comenzaba a pesar demasiado para sus finos brazos. Era entonces cuando volvía a su sencilla cocina y, tras un trago del agua que guardaba en una de las vasijas, comenzaba el día con la mayor de las sonrisas. Tal era la adoración que procesaba a su jardín y tal la inmensa paz y sosiego que gobernaban su alma, que no imaginaba cómo podía ser más afortunada.
Sin embargo, todo empezó a desmoronarse cuando los dioses del bien y el mal, atraídos por la luz de su corazón, decidieron jugar con el destino de la muchacha.
El dios del mal, retorcido y grotesco por naturaleza, se mesó con minuciosidad su espeso bigote antes de anunciar, con gran alegría, haber encontrado la solución para poder divertirse a costa de la felicidad de la joven. Pronunció profundas y antiguas palabras, chascó los dedos y apareció de la nada un frasco de cristal tremendamente delicado, cuyo contenido de color rosa fluía con impaciencia. Así, ante la mirada horrorizada del dios del bien, vertió su contenido sobre su elegida mientras su estridente risa rebotaba por los cielos.
De inmediato, el corazón de la joven se llenó de infinita angustia. Se sintió desfallecer, esfumada de pronto toda su energía. Se llevó la mano al pecho y suspiró dolorosamente al notar en su interior un vacío tan grande que amenazaba con ahogarla en llanto. Decidió regresar a su amado jardín, donde esperaba que el azul del firmamento, el sol, el cantar de un pájaro madrugador, el olor de las manzanas o el frescor de la sombra del árbol aliviarían su tormento. Pero no fue así, ya que recoger el dulce fruto de su manzano le parecía, de pronto, inútil y sin sentido y el paisaje, demasiado brillante y perturbador.
A partir de entonces, pasó horas y horas frente a la ventana, viendo los días pasar y con ellos las lunas. Los meses continuaron su senda, Halloween vino y se fue, otras fiestas también lo hicieron, pero la muchacha no pudo hallar la respuesta que tanto anhelaba: “¿Qué me ocurre? ¿Qué me falta?”
El dios del mal reía complacido al observar la desesperación de su experimento personal. “Jamás averiguará la razón de su devastación, ya que yo mismo me aseguraré de que nunca encuentre a aquel que completará su corazón ahora fragmentado. ¡Oh, amor, qué traicionero y extraño eres! ¡Adoro yo tu destrucción!”
El dios del bien, en cambio, contemplaba a escondidas los movimientos de la desgraciada joven, esperando encontrar la oportunidad de ayudarla sin que el dios del mal se percatara de su implicación.
Así pues, la joven continuó con su desventura, llorando de noche y malviviendo de día. En ocasiones, sin embargo, creía encontrar calma en los refinados pasteles que su vecina, motivada por una compasión y bondad inusuales, le traía religiosamente cada domingo. Otras veces, sentía su alma titilar ligeramente al contemplar las rosas y demás flores de la pradera, cuyos pétalos carmesí pintaban de colores su humor gris.
Poco a poco, aquellos destellos fueron floreciendo, creciendo y fortaleciendo con cada disimulado guiño del dios del bien. Nada podía hacer el dios del mal, quien, frustrado en su incomprensión del resurgir de la esperanza en el corazón de la muchacha, desparramaba en su espíritu cuanto líquido rosa del amor podían crear sus mágicas manos. No obstante, lo que no sabía el dios del mal era que con cada gota de su pócima, más se enamoraba la joven de los pequeños detalles del mundo. Así, con los días y las lunas, la joven pudo al fin recuperar el fulgor en su mirada y, más tarde, el significado de su sonrisa. Había redescubierto el mundo y había aprendido a amarlo sin necesidad de que ninguna persona llenara el hueco de su pobre corazón magullado. Porque, siempre debéis recordarlo, se puede vivir con medio corazón y sentirse completo, sentirse feliz.

FIN

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